Laboratorio de Cooperativas: experiencia michoacana que fortalece el movimiento cooperativo (2/2)
Por: Alejandro Martínez Castañeda
En un país marcado por la desigualdad económica, la informalidad laboral y una creciente desconfianza hacia modelos empresariales tradicionales, la formación cooperativa emerge como una herramienta poderosa no solo para fortalecer a quienes ya integran una cooperativa, sino también para sensibilizar a la población en general sobre modelos económicos más justos, democráticos y sostenibles.
La educación cooperativa no se limita a enseñar contabilidad o gestión; fomenta principios de solidaridad, democracia, equidad y participación activa, valores esenciales en una sociedad fragmentada por el individualismo y la competencia.
En tiempos donde se busca reconstruir el tejido social y económico del país, el cooperativismo —con formación adecuada— se presenta como una alternativa real a los modelos centrados únicamente en la rentabilidad. Apostar por la educación cooperativa es invertir en una ciudadanía más activa, empresas más humanas y comunidades más resilientes.
La formación cooperativa es una herramienta poderosa para transformar el panorama social y económico de México y de Michoacán, en lo particular. Para los cooperativistas, fortalece sus capacidades y asegura la viabilidad de sus proyectos. Para los no cooperativistas, promueve una cultura de colaboración y equidad que beneficia a toda la sociedad. En un país con tantas necesidades como oportunidades, invertir en la formación cooperativa no solo es una estrategia para el desarrollo económico, sino también un paso hacia una sociedad más justa, inclusiva y solidaria.
Por ello, resalta la experiencia michoacana del Laboratorio de Cooperativas o Círculo de Estudios de Cooperativismo, que “busca articular pensamiento y acción, saberes teóricos y experiencias comunitarias, para avanzar en la construcción de modelos cooperativos que respondan a las necesidades del pueblo y promuevan el bienestar colectivo”, destaca el especialista de Michoacán, Guadalupe Bermúdez, el autor intelectual y coordinador de dicho Laboratorio.
Y resalta: “Frente a las grandes empresas que saquean y destruyen los recursos naturales y exprimen el trabajo de los mexicanos para generar riqueza que se llevan, desde esta perspectiva, las cooperativas son más que empresas: son espacios democráticos donde las decisiones se toman de manera colectiva, donde el trabajo y los beneficios se distribuyen de forma equitativa, y donde se construyen relaciones basadas en la confianza, el apoyo mutuo y la corresponsabilidad. Este modelo impulsa prácticas económicas arraigadas en el territorio, que respetan los ritmos de la naturaleza y que fortalecen los lazos sociales, contribuyendo así a una nueva sociedad más justa, participativa y cohesionada”.
“Los primeros círculos tuvieron una respuesta de 300 o 400 inscritos, no obstante, fue creciendo hasta llegar a casi 2 mil interesados de diferentes partes del país. Esta propuesta presentada desde Michoacán estaba siendo bien acogida, lo que obligó a pensar en procesos de acompañamiento a los colectivos o círculos de estudio que se sumaban y tenían la posibilidad de irse convirtiendo en cooperativas”, detalla Bermúdez.
El pasado 17 de julio dio inicio la edición número 8 de este Laboratorio, la iniciativa michoacana que busca contribuir con el fortalecimiento del movimiento cooperativo del país, y que se ha convertido en un verdadero ejemplo nacional. Así, se demuestra que no hay límites cuando se combinan el aprendizaje con la acción solidaria; inspirar a otros y construir comunidad, nos recuerda que el cooperativismo no solo se estudia: se vive, se practica y se transforma en esperanza real para muchas personas.