URUAPAN
01/12/25
Crónica|
Un mes sin Carlos Manzo; la misa, el silencio y las flores entre las jardineras
RED 113
MICHOACÁN/Redacción
Uruapan,
Mich.- 1 de diciembre de 2025.-
El repique de campanas anunció el inicio de la misa por el primer mes del
asesinato de Carlos Manzo. La parroquia, la misma que albergó el cuerpo
presente del alcalde, lucía ocupada, con el murmullo de los presentes que carga
una tristeza pesada pero contenida. La ceremonia fue breve, sobria, marcada por
la ausencia de cámaras, pues los medios tuvieron acceso sólo unos minutos, casi
de forma accidental.
El
sacerdote, dedicó su homilía a pedir por el descanso de Carlos. Habló de
agradecer a Dios por haber puesto en el camino del pueblo a un hombre que,
dijo, vivió por su gente. Nada más. No hubo discursos políticos y sí llamados a
la justicia, esa frase que dejó a muchos mirando hacia el piso, como si cada
palabra golpeara la herida abierta que aún no cierra.
Entre los
asistentes destacaban tres figuras: Grecia Quiroz, la viuda y ahora alcaldesa;
el regidor Víctor Hugo Sauceda, aún convaleciente de las lesiones del ataque; y
Esteban Constantino, secretario de Obras Públicas y uno de los que acompañaba a
Manzo aquella noche en la Plaza de los Mártires. Los tres ocuparon un banco
discreto, juntos, sin protagonismos.
Al
concluir la misa, un fuerte dispositivo de seguridad aguardaba afuera. No sólo
custodios, también la mirada silenciosa de los habitantes que, pese al miedo,
siguen acompañando el duelo público por su alcalde. La comitiva se dirigió
caminando hacia las jardineras, a unos pasos del sitio exacto donde los
disparos interrumpieron la vida de Manzo el 1 de noviembre.
Ahí, entre
las vallas metálicas que resguardan el área y junto a la enorme calavera
instalada semanas atrás por el Día de Muertos, que permanece intacta, como si
el tiempo se hubiese detenido, Grecia colocó flores y veladoras. La acompañaron
Víctor Hugo y Esteban. Permanecieron varios minutos. Ella, visiblemente
conmovida; ellos, sosteniéndola más con gestos que con palabras. Fue un acto
silencioso, casi íntimo, aún cuando decenas de ciudadanos observaban desde la
distancia.
Después,
la alcaldesa subió a su camioneta sin emitir declaración alguna. El vehículo se
perdió entre el dispositivo de seguridad que resguardó cada movimiento.
Mientras
tanto, el pueblo continuó con el ritual que no ha parado desde la noche del
atentado; personas que llegan a dejar flores, velas, cartulinas con mensajes de
despedida o reclamo. Otros simplemente se acercan, tocan la valla y se van. La
escena es la misma desde hace un mes.
Las
autoridades locales han dicho que habrá misas mensuales hasta llegar al
aniversario del asesinato. Pero para muchos en Uruapan, lo que ocurre cada día
en ese pequeño espacio entre jardineras ya es una ceremonia permanente, un
recordatorio de lo que se perdió y de lo que aún no se esclarece.
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