URUAPAN
01/01/18
RED
113 MICHOACÁN/ Lamberto HERNÁNDEZ MÉNDEZ
URUAPAN,
Mich.- 1 de abril de 2018.- Un día el río
Cupatitzio dejó de murmurar como antes, quedando seco el cauce; los verdes
campos sin agua, estaban tristes y amarillos por las hojas secas; hubo
angustia, pena, ruegos y llanto, hasta que un día Fray Juan de San Miguel se
puso a meditar por esta desgracia, sus ojos volteaban al cielo y sus plegarias
como sus rodillas, no dejaban de tocar el suelo. Un rayo divino hizo que
sonaran las campanas y la gente se juntó.
Y continúa la leyenda que se hizo
una procesión con la Virgen y las doncellas del pueblo, las huananchas o
muchachas que la custodiaban hasta llegar al manantial que estaba seco y
triste; se oró y Fray Juan de San Miguel roció agua bendita entre las rocas del
cauce vacío.
El suelo se sacudió y se estremeció,
surgió entonces un fétido olor a azufre y de lo más profundo se escuchó un
grito y surgió la figura de Satanás que retrocedió espantado y cayó hincado en
una roca que aún conserva la oquedad, una rodilla del príncipe de las
tinieblas.
Y de nuevo brotó el agua, y desde
entonces no deja de murmurar el manantial del Parque Nacional; las doncellas y
las huananchas conservan el ritual de llevar agua en sus cántaros de barro de
Patamban, a bendecir al templo de la Inmaculada Concepción de María, para luego
llevarla a sus respectivos barrios y distribuirla para que nunca falte.
Una vez más se ha cumplido con el
ritual, Las Aguadoras de los barrios fundacionales de Uruapan llenaron sus
cántaros con agua del manantial de la Rodilla del Diablo, donde agradecieron a
los cuatro elementos, aire, agua, fuego y tierra; entren el humo del copal y el
sonido del caracol, Norma Urbina Ángel agradeció que el agua que da vida a
Uruapan y la región, siga brotando aquí, donde nace el río Cupatitzio.
Con sus cántaros adornados con
frutas, dulces, flores, charanda, panes, las doncellas los llevan sobre su
cabeza encima de un huancipo elaborado con un rebozo de patakua, hojas de maíz
o de vástago; salen desde el jardín donde se ubica el monumento a Fray Juan de
San Miguel, llevando consigo el agua, van los contingentes de los barrios
tradicionales.
Barrios como el de San Juan
Bautista, Santo Santiago, San Juan Evangelista, San Pedro, La Magdalena, San
Miguel, La Trinidad o El Vergel, San Francisco, son representados por 20 o 30
doncellas, visten sus atuendos tradicionales y de gran colorido, el rollo,
naguas blancas, delantal, guanengo bordado a base de punto de cruz de Zacán,
largas trenzas adornadas con multicolores listones y claro, los huaraches de
Sahuayo; el rebozo de patakua de Paracho Ahuiran, ya sea en forma de huancipo
para el cántaro, trenzado, cruzado o al hombro.
Debidamente ordenadas por
contingentes, representadas por la Ireri del barrio y al ritmo de los abajeños
o sonecitos de las ocho bandas de música de viento de Capacuaro, Angahuan,
Turícuaro o Tingambato, recorren el tramo desde el Parque Nacional al centro de
la ciudad; asisten a una misa donde es bendecida el agua, luego acuden al Museo
de los Cuatro Pueblos Indios, la huatápera y de ahí parten a sus respectivos
barrios a repartir el agua. Se ha cumplido una vez más con la tradición.
Reza un fragmento del poema de
Serapio Barajas: “Entre escarpadas rocas de granito/ y al pie de los peñazcos
milenarios/ en donde estampó el Diablo la rodilla/ brota el gran Cuaptitzio/
prelundiando/los eternos romances de sus aguas”.
Mucho se ha escrito sobre el tema y
existe, por ejemplo, la “Sinfonía del Cupatitzio” de Juventino Herrera que
dice, “Cuentan que Satanás; en su prurito/ de hacer mal a Fray Juan, el dulce hermano/
con burlesco reír y airada mano/ secó de pronto el manantial bendito”.
Existe otro verso publicado en el
libro “Un paseo por el Parque Nacional” de Sergio Ramos Chávez, del cual
extraemos un fragmento: “Fray Juan lo conjuró/ y lo mandó a la sepultura/ en
estas rocas/ donde el demonio habitaba/ vivió trescientos años/ y la renta no
pagaba/ aquí, grabó su rodilla/ más abajo un cascabel/ como era un diablo
malvado/ lo arrojó San Miguel. Brotaron los manantiales/ como unas telas
bonitas/ aquí se bañan las altas/ y también las chaparritas”.
En el libro “Uruapan y su Parque”,
de José Bernardo Romero Núñez, destaca un párrafo, “Sucedió que un día tan
amargo como aciago/ el río dejó de cantar y refrescar sus remansos/ los verdes
campos sin agua no paraban de gemir/ con las hojas marchitadas comenzaron a
morir/ los árboles en las huertas con las ramas retorcidas/ secos y sin ningún
fruto como ánimas maldecidas”.
Todas estas publicaciones se
refieren a esa leyenda de la Rodilla del Diablo, pero también hay versos a la
suegra y suegro que recitan jovencitos a los visitantes al Parque Nacional, “yo
quisiera que mi suegra/se volviera lagartija/para matarla a pedradas/ y
quedarme con sus hijas”. “Yo quisiera que mi suegro/ se subiera a un triciclo/
para que en curvas y bajadas/ se rompa todo el hocico”.