MORELIA 13/12/20
Columna “Michoacán: recuperando la utopía”
RED 113/Roberto Pantoja Arzola
(Primera de tres partes)
Morelia, Mich.- 13 de octubre de 2020.-La situación
que actualmente vive la entidad se ha forjado como una acumulación de
tendencias negativas y una amalgama de fenómenos que se han agudizado de forma
reciente. La violencia ha sacudido a miles de familias dejándolas sin tiempo
para llorar a sus muertos. La inseguridad ha paralizado sectores de la economía
y regiones enteras, forzando migraciones y sepultando a jóvenes bajo tierra o
detrás del destino de la muerte.
A ello se agrega que la actividad económica muestra
tasas de crecimiento por debajo de la media nacional, impidiendo a la planta
productiva absorber a una creciente población joven. La marginación y la
pobreza es el destino manifiesto de poblados enteros que carecen de los
servicios y bienes indispensables para bien vivir. En este entorno, el gobierno
de la entidad tiene finanzas públicas comprometidas y altamente dependientes de
las transferencias de la federación, y recientemente, de la contratación de
deuda y empréstitos.
Esta realidad, que parece oscurecer el porvenir de
las siguientes generaciones, no tiene que ser vista como un destino inevitable.
De lo más hondo de la Historia de Michoacán, surgen enormes destellos de luz
que son ejemplo de que en los momentos más tenebrosos de la historia de los
pueblos ha emergido la voluntad humana, siempre rebelde ante la fatalidad,
abriendo un caudal de posibilidades de futuro.
De cara al mundo y con la riqueza que da nuestra
historia, esta tierra ha aportado al menos dos utopías, dos alternativas desafiantes
a la desventura decretada por los poderosos para las mayorías: Vasco de Quiroga
y Lázaro Cárdenas del Río se colocaron, desde el poder, del lado de los más
humildes, y dieron a este territorio y a su pueblo un destino distinto.
El proyecto Don Vasco, - “Tata Vasco”, para los
descendientes de los pueblos originarios- se centraba en los llamados
hospitales, mismos que poseían una base productiva propia. Sus equilibrios se
sustentaron en las propias tradiciones igualitarias de las comunidades indígenas.
La cancelación del trabajo asalariado, así como el otorgamiento de tierras a
nuevas familias; fueron solo algunas de las prácticas que conectaron al
Michoacán de aquella época con La Utopía de Tomás Moro.
Lázaro Cárdenas del Río llegó a gobernar un Michoacán
inundado de injusticias. Según algunos historiadores, el reparto agrario del
cardenismo al frente de la entidad alcanzó a más de 16 mil campesinos que
recibieron cerca de 150 mil hectáreas de tierras. A esta redefinición de la
propiedad en el estado, Cárdenas agregó una fuerte estrategia de alfabetización
en esa misma zona, imprimiendo una vocación cuasi evangelizadora que respetaba
la lengua materna de los indígenas. El apostolado de Cárdenas en cierto sentido
se asemeja a la de Vasco de Quiroga, teniendo como fundamento de lucha común el
humanismo para ir en contra de la injusticia y del rezago.
Nada se puede obtener de conclusión en la Historia
si solo se proyectan tendencias. El pesimismo es más bien una decisión
personal, a la que hay que contraponerle las bases científicas de la lucha por
la Utopía.